|
Gumpert Apollo
Antiguo jefe del departamento de competicion de Audi, Roland Gumpert ha podido ver cumplido su sueño; el Apollo. Su propio superdeportivo germano legalizado para circular por calle.
Apolo fue un personaje realmente atareado. Como una de las principales deidades de la Roma clásica, fue responsable de artes como el canto y la poesía. Y durante la primavera, dios de la paz, de la juventud, de la fortuna y de la templanza. También fue considerado como el patrón de los museos, la agricultura y la pesca. Desafortunadamente, también tuvo trabajos paralelos como dios de la muerte y como provocador de plagas. A pesar de todo esto, Roland Gumpert, director y fuerza motriz de la compañía que ahora lleva su nombre, ha podido cumplir su sueño de convertirse a si mismo en casi otra divinidad.
Su coche emana la misma luz que los moradores del monte Olimpo, y al igual que los dioses, cada curva y cada arista de su carrocería de fibra de carbono parece no admitir discusion algua. “Soy un coche de carreras, y tu, sintiendolo mucho, no eres más que un simple mortal”.
Tratando de tu a tu con el Apollo, nos damos cuenta de que sólo los más jovenes encontrarán fácil introducirse dentro de su habitáculo. Los demás tendrán que conformarse con saber que no hay nadie cerca mirando.
Sus puertas abren hacia arriba y pivotan desde el centro del techo, y para colmo, sus asientos son de tipo bucket. Así que los poco ágiles lo tendrán realmente complicado. Con todo ello, no deberías haber olvidado retirar primero el volante -extraible- por medio de un leva de rápido accionamiento antes de sortear los elevados umbrales de las puertas.
Una vez logrado, todavia te queda encontrar la posicion correcta del asiento y ajustar los pedales, el volante y amarrarse los arneses de cuatro puntos. Echando un rápido vistazo al cockpit nos queda muy claro un mensaje: este Dios no cree en el lujo. Un poco de piel Alcántara, salidas de ventilación de origen Audi, y el resto, incluyendo mandos e instrumentación, increíblemente espartano.
El Apollo se concentra en lo esencial, sin importar realmente si su capacidad “poética” hace justicia a su aspecto, pero dejando muy claro el carácter que ostenta incluso antes de conducirlo.
Una vez puesto en marcha, el V8 Audi de 4,2 litros -gracias a un doble compresor- empuja con 650 CV, en lugar de los “tristes” 335CV que vienen siendo habituales en este propulsor.
¡Fantástico!, todas las predicciones que apuntaban a un sonido embriagador eran ciertas. Más aun, podría decirse que se trata de un sonido “divino”. Para ello sólo es necesario levantar levemente el pedal del -ligeramente duro- pedal de embrague sin llegar a calar el motor. Asumiendo siempre que las salidas del escape rugen, el doble turbo silba y las partes móviles gritan...
Cualquier fiel de la religión que defiende que los dioses se alimentan solo de petróleo, como es nuestro caso, empuñara con decisión el alargado pomo del cambio de su caja secuencial, hasta llevarlo a los 300 km/h. En ese momento entenderán que con sólo unos irrisorios segundos, el coche será capaz de seguir empujando hasta alcanzar los 360 km/h.
En realidad, sus enormes neumáticos traseros hacen muy bien su trabajo transfiriendo todo ese potencial al asfalto, pero a cambio de un ruido considerable, que sumados a lo angosto de su habitáculo y a la sensación de respeto que transmite, dan como resultado una experiencia que difícilmente podremos olvidar.
¡Que las musas acompañen a los intrépidos conductores que manejan los 1480 kg del Apollo!... ¡Que los corazones de los boquiabiertos peatones no se crucen en nuestro camino...! ¡Que ni los campos ni los ríos obstruyan nuestro camino...! El Apollo pertenece a ese tipo de coches que pasan “olímpicamente” de banalidades como el airbag o el control de tracción.
Los verdaderos devotos no serán desalentados por los 285.000 euros de su precio. Ahorrar es sólo para los herejes...
|